Estampas de China por Somerset Maugham

Por José M. Guelbenzu

En un biombo chino

EN UN BIOMBO CHINO
William Somerset Maugham
Traducción de Miguel Martínez-Lage
Península. Barcelona, 2003
208 páginas.

Es una delicia viajar con W. Somerset Maugham. Da lo mismo adónde vaya: sabe ver, sabe elegir entre lo que ve, sabe darle relieve, sabe manejar su cultura y su curiosidad a partes iguales y con toda naturalidad y sabe escribir estupendamente. «En un biombo chino» es una selección de las múltiples anotaciones que hizo a lo largo de sus viajes por la cuenca del río Yangzi durante los inviernos de 1919 y 1920. Esas anotaciones las seleccionó, reescribió y ordenó con la intención no tanto de relatar en continuidad los avatares de un viaje cuanto las imágenes cargadas de sentido que lo impresionaron durante el viaje. Así, estamos ante una sucesión de estampas vivas que transmiten, en primer lugar, esa atención que sólo el respeto y la sorpresa ante un mundo ajeno puede permitir a los ojos de un occidental cargarse de serenidad y -cómo no tratándose de un escritor inglés cosmopolita- de esa calidad de ironía que aplica, sobre todo, al resto de occidentales que pueblan estas páginas, empezando por sus propios compatriotas; tierna ironía o bien maliciosa, según los casos y los personajes.

El contraste -o conflicto- entre occidentales y chinos es constante desde el primer momento. En cuanto a los primeros, ninguno escapa a su perspicaz mirada en la medida que viven, a pesar de todo y de cualquier cantidad de años de estancia, aferrados a su cultura de origen y muy poco propicios a entender el entorno en el que, por una u otras razones, viven y trabajan, a gusto o a disgusto. Esa ironía suele ser del estilo de la que elijo ahora como muestra: «Ahora bien, de sus nutridas lecturas no había adquirido un ápice de tolerancia sino más bien un exceso de vanidad«. O cuando se refiere a los occidentales reunidos en una fiesta de diplomáticos: «Habitaban un mundo en el que Copérnico jamás existió: para ellos el sol y las estrellas giraban obsequiosos en torno a la Tierra misma, en cuyo centro estaban ellos«.

Hay retratos formidables; por ejemplo, el del misionero en Miedo,impresionante por su hondura dramática; hay -los justos- paisajes de verdadera intensidad lírica y ajustada imagen; hay compasión en su mirada cuando pinta escenas como la de El mulo de carga, compasión exenta de simpleza y de facilismo. Hay retratos de los propios orientales en los que no ahorra dureza e indignación, como el del ministro venal, cruel, corrupto que, sin embargo, es un refinado coleccionista de arte chino y cuya rapacidad contribuye a la desaparición y pérdida del pasado que ama; está en la estampa titulada El canto rodado y muestra de manera excelente esa mezcla de flema y de firme convicción moral que sabe hacer convivir perfectamente en la medida que, sin expresar directamente una opinión concerniente a sus principios, consigue hacerla patente de manera indirecta a través de la sugerente transparencia de su escritura. Un ejemplo excelente de su propio talante es el texto en el que se muestra la conmoción y emocionado orgullo de un viejo europeo -el propio William Somerset Maugham- ante la aparición de un fragmento de estatua griega en el lado chino de la frontera del Tíbet, un probable busto de Alejandro que quizá un comandante del ejército macedonio llevó hasta las puertas de la más antigua civilización oriental.  Leer más de esta entrada

‘La edad de los prodigios’ de Richard Holmes

por Daniel Mediavilla.

En ‘La edad de los prodigios’ Richard Holmes hace un retrato de los científicos que construyeron buena parte de los andamios filosóficos sobre los que se sustenta el mundo moderno.

No cortaron la cabeza de ningún rey ni lanzaron soflamas contra Dios, pero cuando se fueron su mundo tenía poco que ver con el que encontraron. Los científicos que aparecen en La edad de los prodigios, la fascinante obra de Richard Holmes (Editorial Turner), cambiaron el mundo utilizando el método más revolucionario que existe: observar la naturaleza con atención, acumular datos, analizarlos sin prejuicios y sacar conclusiones.La-edad-de-los-prodigios

El estudio del cosmos, liderado por William Herschell, descubrió un espacio profundo e inmenso en el que la posibilidad de que los humanos fuesen los únicos seres inteligentes se hacía improbable. Los geólogos, con James Hutton a la cabeza, encontraron un mundo antiquísimo, formado hacía millones de años y no 6.000 como sugería el estudio de la Biblia. Y la biología, con la teoría de Charles Darwin como estandarte, acabó de sacar a la humanidad del centro del universo.

En su retrato de la época romántica británica, Holmes comienza con la vuelta al mundo de Joseph Banks a bordo del buque Endeavour, al mando del capitán James Cook, que partió en abril de 1769, y acaba con la que inició Charles Darwin en el Beagle, en diciembre de 1831. El joven Banks, que después sería presidente de la Royal Society durante 42 años y se destaparía como uno de los mejores cazatalentos científicos de la historia, capturó en su viaje los instantes postreros de uno de los últimos paraísos en la Tierra, las islas de Tahití antes de la llegada de los europeos.

La destrucción de la inocencia a través de la exploración, de la que también se puede culpar a Darwin, es una de las acusaciones que algunos románticos hacían a los hombres de ciencia de la época y que hoy tienen sus ecos en los movimientos antivacunación o antitransgénicos. Ese intento por explicar la naturaleza y dominarla, que tan bien encarna Humphry Davy, otro de los protagonistas de la historia de Holmes, alentó la esperanza y el terror. La primera la encarna un invento como la lámpara de seguridad de Davy, que salvó a infinidad de mineros al protegerles de las explosiones de metano. El segundo, Frankenstein, la gran metáfora de la ciencia extralimitada y fallida, creación de Mary Shelley, una escritora nada contraria a los científicos que conocía a Davy y a muchos de los grandes de su tiempo.

Gran parte de las historias de aquella época siguen siendo actuales. La dualidad de la ciencia, útil para el bien y para el mal, se observa en el trabajo de Davy. Con su lámpara salvó vidas evitando explosiones, pero durante la larga guerra de su país contra Francia no dudó en poner su ingenio al servicio de la producción de explosivos para matar mejor al enemigo. Él, una de las mentes más poderosas de una época en la que se empezaron a poner en duda creencias arraigadas durante siglos, acabó renegando de la razón en sus últimos días. En sus Consolaciones en el viaje, una especie de memorias escritas cuando veía cerca su muerte, llegó a escribir que “el arte de vivir feliz es, creo, el arte de estar agradablemente engañado; y la fe es en todo superior a la Razón que, después de todo, no es más que un peso muerto en la edad avanzada, aunque sea como el péndulo para el reloj durante la juventud…

En su obra, Holmes recoge la complejidad de personas como Davy y hace un relato de las glorias de una época, pero también de sus miserias y sus dilemas, y cuando habla de ellos, habla también de nosotros. Leer La edad de los prodigios es, entre otras muchas cosas, embarcarse en un viaje por un tiempo y unas mentes que  ansiaban el conocimiento, la sustancia más explosiva que existe. Como muestra este libro, el camino para obtenerlo fue casi más interesante que los resultados que ha proporcionado.

‘El corazón del océano’: Una novela sobre la primera expedición de mujeres al Nuevo Mundo.

Fuertes, intrépidas y aventureras, así fueron las mujeres españolas que cruzaron el océano Atlántico tras la conquista de América y que, según cuenta la escritora Elvira Menéndez en su libro «El corazón del océano« contribuyeron al intercambio racial y cultural «que cambió medio mundo«.

El corazón del océano

El corazón del océano. Elvira Menéndez.

Menéndez indagó durante años en la vida de 80 mujeres que, encabezadas por Doña Mencía de Calderón, se embarcaron en una expedición, cincuenta años después de la llegada de Cristóbal Colón a América, para casarse con los conquistadores españoles que se estaban amancebando con las indígenas. En una entrevista en la Casa de América de Madrid, donde ha relatado las peripecias de ésta, inusual para la época, «caravana de mujeres», la escritora reivindica la aportación que realizaron a la transformación de aquella sociedad que se desarrollaba a miles de kilómetros de España.

«Su historia desapareció seguramente por ser mujeres, sin embargo, su función fue muy importante, porque todas las élites posteriores descendieron de ellas. Su aporte vital y cultural transformó toda la zona«, sostiene Menéndez.

El área a la que se refiere es la actual Asunción (Paraguay), capital entonces de lo que se conocía como Río de la Plata, donde los españoles estaban reconociendo a los hijos que tenían con las indígenas. «Quizá esa fuera una de las pocas cosas buenas que hicieron, reconocer a sus descendientes, pero eso constituía un problema para la Corona española que veía peligrar sus dominios«, explica la escritora.

La misión de las 80 mujeres sería entonces «poblar, es decir, tener descendencia, para solucionar un asunto de tintes políticos, pero para ellas fue también un viaje interior, una transformación, el conocimiento de la libertad, la naturaleza y una nueva cultura. Muchas acabaron casadas con mestizos«.

A través de esta historia novelada, que la autora escribió «en un momento de crisis» por la enfermedad de su madre, Menéndez relata el terrible viaje al que se enfrentaron, con fuertes tempestades, ataques de piratas, y el envite de la conocida como «la peste del mar», es decir el escorbuto. «De las 80 consiguieron llegar más o menos la mitad, pero las que llegaron trajeron probablemente cosas tan importantes como la gastronomía de hoy, la dieta mediterránea. También los bailes y la música, un intercambio racial y cultural que nunca se resalta demasiado«, explica.

Sostiene también que las integrantes de aquella expedición fueron, además, mujeres «afortunadas» que, en muchos de los casos, «eligieron viajar para desembarazarse de las restricciones que como mujeres tenían en España en una época en la que todavía se discutía si tenían alma o no«. «Algunas, como la protagonista, sabían incluso escribir, y probablemente, después de superar aquel duro viaje, se enfrentarían a aquellos hombres de otra manera, con carácter y arrojo«, añade.    Leer más de esta entrada

Fèlix Cardona, el hombre que encontró las fuentes del Orinoco

Félix Cardona

Félix Cardona en su despacho en la selva

Por Xavi Ayén – «El capitán Cardona, supongo«, le podía haber dicho al malgratense Fèlix Cardona (1903-1982) cualquiera que se lo encontrara en medio de la selva venezolana, con su salacot en la cabeza, esquivando las flechas de los indígenas, comiendo orugas, pescando pirañas con dinamita o poniendo rudimentarias inyecciones de quinina a niños enfermos. Cardona buscaba hacerse rico con hipotéticos hallazgos de oro y diamantes, y aunque no lo consiguió sí que vio cumplido un deseo más importante: descubrir un nuevo mundo y ponerle nombre.

Fue el mayor explorador del siglo XX en Venezuela, encontró las fuentes del Orinoco, fue el primero en hablar sobre el Salto del Ángel, la cascada más alta del mundo y, en fin, no es tan conocido como Livingstone, Amundsen o Cook pero podría serlo, porque fue el hombre que se adentró -cuando en los mapas solo era una inmensa mancha en blanco- en la misteriosa tierra ignota que inspiró el escocés Arthur Conan Doyle su novela El mundo perdido (1912), aquel precedente de Parque Jurásico donde el autor de Sherlock Holmes situaba a todo tipo de seres prehistóricos. Tuvo que llegar aquel chico con piso en el Eixample -en la calle Consell de Cent, concretamente- para decirle al mundo que pterodáctilos, allí, nada de nada. Ahora, el libro La conquesta de l’Orinoco(Símbol), que acaba de publicar el periodista Eugeni Casanova (Lleida, 1958), recupera la figura del gran explorador catalán, con aportaciones inéditas, que salen de su archivo, que, después de permanecer 80 años inaccesible, acaba de ser comprado a los familiares de Caracas por el ayuntamiento de Malgrat de Mar.     Leer más de esta entrada

Científicos estadounidenses volverán a buscar a Amelia Earhart

(Reuters/EP) – Científicos estadounidenses han emprendido una nueva fase en la búsqueda para resolver la desaparición de Amelia Earhart sobre la base de nuevas evidencias en una remota isla del Pacífico. Estas evidencias podrían aportar luz sobre el destino de la famosa piloto estadounidense que desapareció en 1937 mientras intentaba ser la primera mujer en dar la vuelta al mundo pilotando.

La secretaria de Estado, Hillary Clinton, se unió a los científicos y arqueólogos de la aviación para dar a conocer la expedición, que partirá de Honolulu en julio próximo para explorar zonas submarinas alrededor de las Islas Phoenix en Kiribati, donde creen que pudo estrellarse Earhart hace 75 años.Amelia Earhart

«Cuando despegó en ese viaje histórico llevó consigo las aspiraciones de todo nuestro país«, dijo Clinton, quien calificó a Earhart como una de las «optimistas sin miedo» que definieron el siglo XX para Estados Unidos en plena Gran Depresión.

La misión de julio es parte de un esfuerzo del Grupo Internacional para la Recuperación de Aviones Históricos (TIGHAR) para descubrir el destino de Earhart, un misterio perdurable desde que ella y su navegante Fred Noonan dejaron Papua Nueva Guinea en el camino a la isla de Howland en el Pacífico Sur el 2 de julio de 1937.

El director ejecutivo de TIGHAR, Ric Gillespie, dijo que un nuevo análisis de una foto tomada en 1937 cerca de la isla Nikumaroro en la actual Kiribati, parece mostrar lo que podría ser el tren de aterrizaje de un avión Lockheed Electra, como el que Earhart utilizó, sobresaliendo de un arrecife.

Investigadores de TIGHAR volverán a Nikumaroro a bordo de un barco de investigación de la Universidad de Hawai, equipado para mapear e investigar el área de búsqueda bajo el agua con pequeños submarinos robóticos.   Leer más de esta entrada

Marte es demasiado seco para albergar vida

En El País por Alicia Rivera 6/2/2012

Las hipótesis sobre si hubo (incluso pueda haber) vida en Marte suben y bajan según se van acumulando conocimientos científicos. Ahora, mientras el robot Curiosity de la NASA viaja hacia el planeta vecino con la misión de investigar las condiciones de habitabilidad (no es su misión buscar vida ni lleva instrumentos para ello), un equipo científico que ha estado tres años analizando datos de la misión anterior de la NASA, laPhoenix, concluye la superficie de Marte ha sido demasiado árida durante los últimos 600 millones de años para la supervivencia de cualquier forma de vida.

Tom Pike (Imperial College de Londres) y sus colegas han analizado una por una las partículas que recogió, excavando un poco en el suelo, el brazo articulado de la Phoenix y colocándolas ante un microscopio óptico (los granos de arena más grandes) y un microscopio de fuerza atómica (las partículas de polvo más pequeñas). La Phoenix (2008) era un módulo fijo que descendió al suelo en un punto del casquete polar norte del planeta rojo.

“Hemos descubierto que, aunque hay hielo abundante, Marte ha sufrido una supersequía que puede haber durado cientos de millones de años”, señala Pike en un comunicado del imperial College. “Creemos que el Marte que conocemos hoy contrasta radicalmente con su historia primitiva, que tuvo períodos más templados y más húmedos tal vez más aptos para la vida. “Futuras misiones planeadas por la NASA y la ESA(Agencia Europea del Espacio) tendrán que perforar más profundamente para buscar evidencias de vida, que puede están aún refugiada en el subsuelo”.

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De cómo fuimos a la Luna con un sextante

En lainformacion.com por  A.Martínez Ron / Miguel Fernández  24/01/2012

La tecnología que desarrolló el programa Apolo fue en buena parte analógica y mecánica. La exposición «Nasa, la aventura en el espacio», en Madrid, muestra algunos de estos artilugios espaciales que parecen extraídos de la era industrial. Cohetes guiados por sistemas ópticos, anclajes de metal y reglas de cálculo analógicas permitieron alcanzar la Luna mucho antes de la revolución de los microchips.

El 20 de julio de 1969, pocos minutos antes de posarse sobre la Luna, el ordenador del módulo Eagle comenzó a pitar y a indicar enloquecidamente una «alarma 1202». El fallo, que puso en vilo a los astronautas y al control de Houston, se produjo por una acumulación imprevista de datos del radar que provocó una saturación del sistema. Afortunadamente, el software había sido diseñado para priorizar determinadas maniobras y el alunizaje se pudo completar con éxito.

La carrera espacial hacia la Luna fue una hazaña que costó miles de millones de dólares y el trabajo de centenares de operarios de tierra durante meses. Pero se completó con una tecnología que hoy nos parece primitiva. Mucho antes de la revolución del microchip, los astronautas salieron al espacio exterior provistos de una regla de cálculo y un sextante incorporado en la nave para calcular su posición por métodos tradicionales.

La exposición  «Nasa, la aventura en el espacio», que permanecerá hasta el 15 de junio en Casa de Campo de Madrid, permite contemplar algunos de los objetos de esta era espacial que parecen sacados de una fantasía «steampunk».

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