Las matemáticas, los relojes y la imaginación

Pocas personas saben que Barcelona tuvo desde 1577 un enorme reloj de hierro fundido de más de 5.000 kilos y seis metros de altura situado en el interior de la Torre de las Horas de la catedral. El poder del Consell de Cent era tan grande que encargó que su reloj triplicase las dimensiones del reloj más grande jamás construido, pese a que, escondido en el interior de la torre, no se iba a ver. Puntual y preciso, solo necesitaba que el relojero le diera cuerda girando una enorme manivela (600 veces) para enrollar la cuerda del péndulo, que colgaba en el interior de la torre.

Reloj de la catedral de Barcelona de 1576. / CARLES RIBAS

Reloj de la catedral de Barcelona de 1576. / CARLES RIBAS

Durante casi tres siglos, “el reloj de los flamencos”, que lo construyeron como si fuera de madera, sin ningún tornillo, marcó el tiempo y el ritmo de la ciudad, hasta que fue desmontado en 1864. Ahora reposa, tras ser trasladado pieza a pieza en 1985, en la sacristía de la capilla de Santa Àgata de la plaza del Rei, detrás del Retablo del condestable, de Jaume Huguet.

La máquina es una de las joyas de la exposición, eminentemente didáctica, Imaginary / BCN. La mirada matemática, las artes y el patrimonio, que ha inaugurado el Museo de Historia de Barcelona (Muhba). En ella se aborda la relación de las matemáticas y la geometría con el arte y el patrimonio, presente en casi todos los edificios que nos rodean.

La exposición Imaginary, impulsada por la Sociedad Española de Matemáticas, ha recorrido varias ciudades españolas. Ahora recala en Barcelona, donde se han escogido elementos como los frescos de Ferrer Bassa en el monasterio de Pedralbes; la arquitectura de tres edificios góticos: el Saló del Tinell, el claustro de Pedralbes y la misma capilla de Santa Àgata, que acoge la exposición, y las estaciones de metro de la plaza de Espanya y la de Catalunya, para explicar cómo las matemáticas y la geometría están en el origen de todas ellas.   Leer más de esta entrada

Américo Vespucio, el hombre que dio nombre a un continente

En La Vanguardia por José Luis Espejo. 22/2/2012.

Hace hoy 500 años, un 22 de febrero del 1512, fallecía en la ciudad de Sevilla Américo Vespucio (Amerigo Vespucci  en grafía italiana), considerado un personaje clave de la primera generación de descubridores al servicio de España y Portugal. Sin embargo, su figura está envuelta en la controversia. Hay quien lo acusa de apoderarse de un descubrimiento que no fue suyo y todavía quedan aspectos de su biografía por ajustar, como el número de viajes que realizó a América o si fue él o no el primero en pisar la tierra firme de este continente.

La efeméride ha pasado bastante desapercibida en España, pero no en Italia. Su país natal ha proclamado 2012 como el ‘Año Vespucciano’ y ha organizado diferentes actos, desde visitas a su casa natal en Florencia, conferencias o un concurso de esculturas para recordar su figura. Pero quizás uno de los actos más destacados es la inauguración de la exposición ‘Amerigo’s America – Firenze e i Mercanti del Nuovo Mondo’ en la St John’s University de New York y que el 25 de marzo viajará hasta Florencia.

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Un museo holandés halla la primera traducción al español del «Elogio de la locura»

En ABC.es (Agencias). 15/2/2012.

Investigadores de la Universidad de Basilea (Suiza) han descubierto en la Biblioteca del Museo Histórico Judío de Amsterdam la primera traducción hasta ahora conocida de la obra «El Elogio de la Locura«, de Erasmo de Rotterdam, que data del siglo XVII, anunció hoy ese museo en un comunicado.

«El descubrimiento es espectacular porque «El Elogio de la Locura» y otras obras de Erasmo de Rotterdam fueron colocados en la lista de títulos prohibidos de la Inquisición española en 1559″, comentó el museo, que no precisó la fecha exacta de la traducción manuscrita.

La traducción ha sido hallada por los hispanistas Harm den Boer (holandés) y el español Jorge Ledo, ambos de la Cátedra de Letras Españolas de la Universidad de Basilea.

A pesar de las especulaciones sobre tempranas traducciones al español del «Elogio de la Locura», por ejemplo a través de alusiones al respecto en el «Lazarillo de Tormes» o el Quijote, nunca antes se habían encontrado pruebas de su existencia.

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