El primate que quería volar

Rosa M. Tristán. – Cuando ya se han escrito tantas obras sobre evolución humana parece que no es fácil encontrar el enfoque que consiga captar la atención tanto de aquellos que ya saben algo de nuestras raíces como quienes aún no se han acercado a este intrincado pasado, pero el paleontólogo Ignacio Martínez, miembro del equipo de investigación de Atapuerca, lo ha conseguido en su último libro, «El primate que quería volar» (Espasa).

Biólogo de carrera, el autor reconoce que queria contar «la historia según Martínez» y dar una vuelta a toda la información sobre el origen de la especie que ha ido apareciendo en los últimos años y han cambiado el escenario.

E primate que quería volar

'El primate que quería volar' / Ignacio Martínez / Edita ESPASA / Año 2012 / 250 páginas / 19,90 euros

En esa vuelta a la memoria, el primer gran capítulo lo dedica a los «Hombros de gigantes», es decir, a aquellos personajes anteriores al siglo XX que sentaron las bases de la biología y la evolución, como Huxley o Darwin.

A continuación, comienza el largo recorrido por los hallazgos de ancestros humanos que se fueron sucediendo desde finales del siglo XIX, que fueron dando forma a ese enmarañado arbusto evolutivo que configura el linaje humano. «En esta parte, cada capítulo se lo dedico a personajes que han sido muy relevantes, como es el caso de Mary Leakey o Raimond Dart«, explica Martínez.

Lentamente, en este largo caminar desde los primeros ‘Homo australopithecus‘ hasta los ‘sapiens’, los lectores van acercándose no sólo a sus ancestros sino también a quienes no dudaron en abandonar sus cómodas vidas en las universidades para irse a picar y sacar escombros en yacimientos, muchos de ellos en África, donde las condiciones eran, y aún son, muy duras.

Otra importante parte del volumen se dedica, como no podía se menos, a la Sierra de Atapuerca. En esta parte, el autor se centra en cuatro argumentos centrales que son el eje de su trabajo.

Por un lado, va desgranando cómo el registro fósil y de utensilios revela que ha sido el comportamiento colectivo, la sociabilidad, una de las claves de la evolución de la especie. «Y es algo que tiene que ver con los dientes», asegura. «Los primates machos compiten por las hembras y para ello necesitan grandes caninos con los que atemorizar y atacar a los adversarios. En nuestros ancestros, esos dientes comenzaron a disminuir de tamaño y eso significa que eran más sociables, más cooperativos». Más adelante, la creatividad y la capacidad de fabricar cosas se muestra como otras de las claves, desde las primeras herramientas hasta el arte.    Leer más de esta entrada

Ferdinand Pecora: el hombre que derrotó a los «banksters»

Artículo por Gilbert King.   Trad. por El Observatorio del Nautilus.

Tres años después de la crisis bursátil de 1929, Estados Unidos estaba en medio de la Gran Depresión, sin recuperación en el horizonte. Como el presidente Herbert Hoover, a regañadientes, hacía campaña para un segundo mandato, sus caravanas de automóviles y trenes fueron atacados con lanzamientos de verduras y huevos podridos, mientras recorría una tierra hostil, pasando por barrios de chabolas levantadas por gente sin hogar. Se llamaban «Hoovervilles» y constituyeron las imágenes vergonzosas que definirían su presidencia.

Ferdinand Pecora

Ferdinand Pecora. Photo: National Archives

Millones de estadounidenses habían perdido sus puestos de trabajo, y uno de cada cuatro perdieron los ahorros de su vida. Los agricultores estaban en la ruina, el 40% de los bancos del país habían quebrado, y los stocks industriales habían perdido el 80% de su valor.

Con el desempleo rondando casi el 25% en 1932, Hoover fue arrastrado fuera de su oficina presidencial como si la tierra se desplazara bajo sus pies, y el recién elegido presidente, Franklin Delano Roosevelt, prometía alivio a los estadounidenses. Roosevelt había denunciado «la manipulación despiadada de los jugadores profesionales y el sistema corporativo» que permitió que «unos cuantos intereses poderosos hicieran carne de cañón industrial la vida de la mitad de la población» Dejó claro que iba a ir tras los  «barones económicos» y eso provocó un pánico bancario en el día de su toma de posesión, en marzo de 1933, que le dio la autoridad que buscaba para atacar a la crisis económica en sólo sus «primeros 100 días» (periodo de prueba que se ha afianzado desde entonces). «Hay que poner fin a una conducta en la banca y en los negocios que con demasiada frecuencia ha dado al traste con la confianza debida con una imagen de insensibilidad y de mal proceder«, dijo.

Ferdinand Pecora fue una respuesta inesperada a lo aquejaba a EEUU en la época. Era un delgado hijo de inmigrantes italianos, nacido en Sicilia, de voz suave, llevaba un sombrero de fieltro de ala ancha, y a menudo tenía un cigarro colgando de sus labios a lo «Humphrey Bogart». Obligado a abandonar la escuela en su adolescencia porque su padre fue herido en un accidente de trabajo y no podía pagársela, Pecora consiguió un puesto como asistente en un bufete de abogados de Wall Street y gracias a ello puedo asistir a la New York Law School, y se convirtió en uno de los primeros abogados «italianos» de la ciudad. En 1918, se convirtió en asistente del fiscal. Durante la década siguiente, se labró una reputación de fiscal honesto y tenaz, consiguiendo el cierre de más de 100 “bucket shops” unas ilegales salas de bolsa donde se realizaban apuestas sobre la subida y caída de precios de acciones y futuros, correspondientes a productos básicos, fuera del mercado regulado. Su experiencia en la lucha contra el mundo de los negocios financieros fraudulentos le servirá bien años más tarde.

Apenas unos meses antes de que Hoover dejara el cargo, Pecora fue nombrado asesor principal de la Comisión del Senado de los EE.UU. para la Banca y la Moneda. Fue asignado a la tarea de investigar las causas de la crisis de 1929, y lideró lo que se conoció más tarde como la «Comisión Pecora«.   Leer más de esta entrada