Los ancestros humanos controlaban el fuego hace un millón de años

En una cueva de Sudáfrica se han encontrado unos restos de huesos quemados y cenizas de plantas calcinadas, seguramente hierbas y hojas. No se trata de restos de incendios naturales, sino que todo apunta a fogatas, a un control del fuego por parte de antepasados de la humanidad que vivieron en África hace un millón de años.

La cueva de Wonderwerk, en Sudáfrica. / M.CHAZAN

La cueva de Wonderwerk, en Sudáfrica. / M.CHAZAN

Los investigadores que han analizado estas pistas en los sedimentos de la cueva de Wonderwerk afirman que son la prueba sólida más antigua de dieta cocinada por parte de nuestros ancestros. Hasta ahora había certeza de la utilización de fuego hace algo menos de 400.000 años (claramente en el caso de los primitivos neandertales), pero los vestigios más antiguos eran inciertos, recalcan en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU (http://www.pnas.org).

La habilidad para controlar el fuego fue un giro crucial en la evolución humana, pero no hay consenso acerca de cuándo los homínidos desarrollaron por primera vez dicha habilidad”, escriben Francesco Berna (Universidad de Boston) y sus colegas en el artículo en que describen su hallazgo y sus pesquisas. Recientes estudios de la masa corporal, detalles morfológicos, el tamaño de los dientes y otros rasgos de este tipo en antiguos homínidos apuntaban hacia una dieta de alimentos cocinados tal vez hace 1,9 millones de años, asociada al Homo erectus, señalan los investigadores. Pero los restos arqueológicos que sustenten esta hipótesis han sido, hasta ahora, escasos y no concluyentes.

La cueva de Wonderwerk es un corredor de unos 140 metros de largo y los restos de huesos y cenizas de plantas, bien conservados, analizados estaban a unos 30 metros de la entrada actual a la caverna. Y corresponden, como ellos dicen, a varias ocasiones de combustión en ese lugar, rechazando que puedan ser residuos arrastrados por las condiciones del entorno o de incendios naturales, por ejemplo de excrementos de animales. Para Berna y sus colegas hay un aclara asociación entre la ocupación de ese lugar por parte de los homínidos y la presencia de los restos de fogatas dentro de la cueva.

El combustible serían hierbas, arbustos y hojas; los investigadores no han encontrado fragmentos de tamaño significativo de carbón vegetal. Berna y sus colegas han identificado un total de 675 restos de fauna en el estrato más notable del yacimiento, incluyendo 80 piezas dentales o fragmentos. Los análisis han mostrado que muchos huesos tienen la superficie oscurecida, con indicios de calcinación y la decoloración típica asociada a la exposición al fuego. Pero en ninguna muestra analizada hay calcinación completa, lo que indica que fueron expuestos a temperaturas no superiores a esos 700 grados.

Fuente: El País  3/4/2012

En otros medios:   elmundo.es  3/4/2012  –  lainformacion.com  10/4/2012

Egiptólogos catalanes encuentran 1.200 peces de la época faraónica

La misión catalana que trabaja en la antigua ciudad de Oxirrinco ha finalizado la campaña de excavación con una inesperada sorpresa: el hallazgo de unos1.200 peces enterrados en la necrópolis. “Nunca habíamos visto nada parecido, pensamos que se trata de un ritual”, explica Josep Padró, director de la misión liderada por egiptólogos de la Universitat de Barcelona. Todos fueron depositados en el mismo momento “formando capas entre estores vegetales”, precisa la arqueóloga Maite Mascort.

Oxirrinco

El equipo de excavación trabaja en el edificio monumental, seguramente un templo

La hipótesis que baraja el equipo de egiptólogos es que “debajo de estos peces haya algo más”, sigue Mascort. “Quizás fueron depositados como ofrenda encima de una tumba”, añade. “Nos ha costado mucho dejar la excavación para el año que viene, pero así es el trabajo del arqueólogo”, se lamenta.

El equipo ha extraído miles de espinas de estos peces y ahora está trabajando en determinar de qué especie se trata. “Ya que estamos en la ciudad de Oxirrinco, estaría bien que fueran oxirrincos, pero el hallazgo continua siendo igual de interesante si se trata de otros peces”, opina Mascort. “Hay ejemplares grandes y pequeños que podrían corresponder a una misma especie o a más de una”, detalla Padró.

El pez oxirrinco se relaciona con la divinidad Tueris, que en esta localidad tomaba la forma de pez “con los cuernos de la diosa Hathor y el disco solar, relacionada con la inundación”, aclara el egiptólogo.

Hasta ahora sólo se tenía constancia, en publicaciones antiguas, del hallazgo de “oxirrincos en el norte de la ciudad, pero momificados y con su sarcófago”, añade Padró. También se habían encontrado en algunas tumbas “los restos de un pez, pero sólo uno, y que habíamos interpretado como una ofrenda alimentaria”, apunta Mascort. “Quizás ahora nos tendremos que replantear otro significado ritual”, aventura.    Leer más de esta entrada

El concepto del Tiempo y el fin del ‘Big Bang’

Rosa M. Tristán – ¿De dónde viene el concepto de tiempo? ¿Cómo ha ido cambiando a lo largo de la historia de la Humanidad? Y sobre todo… ¿hasta cuándo va a durarnos? Estas son algunas de las preguntas, algunas con respuesta y otras no, que plantea Adam Frank, catedrático de Astrofísica en la Universidad de Rochester (Nueva York) en su último libro: ‘El principio del fin’, que acaba de ser editado en España por la editorial Ariel.

El fin del principio

'El fin del principio' / Adam Frank / Edita Ariel / Año 2012 / 493 páginas / 24,90 €

Frank, que recientemente ha recibido el premio de la Sociedad Astronómica de Estados Unidos por su trabajo de divulgación científica, parte de la idea de que el comienzo de todo, que ahora se considera que fue el Big Bang, dado lugar al Universo, está a punto de ser sustituido. La Cosmología, con sus imparables avances, ya ha planteado nuevas hipótesis, como la compleja teoría de cuerdas o la de los multiuniversos, que podrían «dar origen a una nueva era», en palabras del propio Frank.

¿Y como esa nueva era va a transformar nuestro tiempo? Esta es la reflexión que plantea el astrofísico en su libro. Con un lenguaje ameno, en el que no faltan entretenidas anécdotas, pero sin perder el rigor científico, Frank relata los cambios que se han producido en la concepción del tiempo desde hace 60.000 años hasta nuestros días.

¿Realmente era importante hasta hace poco que fueran las 13.17 minutos o las 13.27? Hoy esa mínima diferencia temporal nos hacer perder aviones o los nervios en una espera, y puede ser la causa de que se pierda un trabajo o una importante cita médica. Pero no siempre fue así.

En este ensayo, se explica cómo se ha ido acelerando el tiempo que marcan los relojes, del mismo modo que se acelera la expansión del Universo. Ambos, el cósmico y humano, argumenta Frank, son historias gemelas. «Son dos historias paralelas que están fuertemente entrelazadas, aunque hasta ahora no se han contado nunca juntas«, afirma el astrofísico norteamericano.

El problema, añade, es que «el principio de todo está listo para ser sustituido«; que el momento singular de la creación en los inicios del ‘Big Bang’, el comienzo del tiempo, está a punto de ser abandonado por la misma ciencia que lo definió. Y se pregunta: si la ciencia de la cosmología está cerca de volver a imaginar el tiempo ¿Cómo afectará eso a la manera en que lo experimentamos entre momento y el siguiente?

El recorrido para dar respuesta a esa pregunta, el autor comienza con las sociedades de cazadores-recolectores y sigue por el Neolítico, el surgimiento de las ciudades, el Renacimiento, la Revolución Industrial… para acabar en la última revolución de la información y las teorías de la física cuántica.

Todo ello, con un enfoque crítico con las sociedades occidentales, en las que la eficiencia y el consumo gobiernan nuestras vidas en una carrera desbocada en la que factores como el cambio del clima provocado por los gases de efecto invernadero presionan para cambiar ese modelo acelerado del tiempo.

En definitiva, una reflexión meditada y documentada sobre la historia cultural y científica de la Humanidad que nos invita a ‘echar el freno’.

Fuente:   elmundo.es  9/4/2012