El último viaje del ‘Exxon Valdez’

El ‘Exxon Valdez’, que el 24 de marzo de 1989 encalló en las costas del estrecho del Príncipe Guillermo (Alaska), provocando uno de los mayores vertidos de petróleo (el vertido del Golfo de México en 2010 fue ocho veces mayor y el del Prestige en 2002 aproximadamente de la misma magnitud) y una de las peores catástrofes ecológicas de la historia, navega en estos momentos hacia Singapur, su último destino, donde será achatarrado tras su venta por 16 millones de dólares.

Entregado en diciembre de 1986 a la naviera Exxon, el superpetrolero mide 301 metros de largo, 50 de ancho y era capaz de transportar 1,5 millones de barriles de crudo en sus bodegas.

Exxon Valdez

El ‘Exxon Valdez’, remolcado tras provocar un desastre ecológico en Alaska en 1989. | AP

El barco hacía regularmente el trayecto entre la terminal petrolífera de Valdez (Alaska) y los puertos de la costa oeste de Estados Unidos. En la noche del 24 de marzo de 1989, cuando navegaba a las órdenes del capitán Joseph Hazelwood (cuya carrera se hundió como el barco) rumbo al puerto californiano de Long Beach, debido a una serie de errores y negligencias, el ‘Exxon Valdez’ encalló en el arrecife Bligh, vertiendo al mar entre 41,6 y 121 millones de litros de crudo, el equivalente a la capacidad de entre 16 y 48 piscinas olímpicas.

Tras ser reflotado, la nave llegó el 10 de junio a San Diego (California), para ser reparada. A final de aquel año el buque, rebautizado ‘Exxon Mediterranean’, volvió a hacerse a la mar, pero no regresó a Alaska, ya que las autoridades de aquel estado habían prohibido por ley que el barco navegase por sus aguas.

En los 90, el ‘Exxon Mediterranean’ fue rebautizado como ‘SeaRiver Mediterranean’, posteriormente ‘S/R Mediterranean’, para acabar simplemente como ‘Mediterranean’. En 2005 el barco fue vendido a una compañía china, que lo rebautizó como ‘Dong Fang Ocean’. Tres años después, el buque fue reconvertido al transporte de mineral de hierro.    Leer más de esta entrada

«La tumba perdida», una fascinante mirada al Egipto faraónico

Fuente: TVE.es – Si hubiera que buscar una palabra para encabezar la descripción de La tumba perdida, la novela de Nacho Ares, creo que sería «fascinante». Entendiendo la fascinación como la capacidad de engancharnos, o hechizarnos que muchas veces ejerce sobre nosotros todo lo que tiene misterio y belleza.

La Tumba Perdida

La tumba perdida. Nacho Ares. Editorial Grijalbo, Barcelona 2012. 416 páginas. 19,90 €

La misma fascinación que ejerce la cultura del antiguo egipto sobre el común de los mortales en general, y sobre el autor en particular, que tan bien ha sabido reflejarla en su novela.

La tumba perdida nos habla desde el pasado remoto, el egipto de Tutankamón, y desde un pasado no tan remoto, los años veinte, cuando Howard Carter, con el apoyo de Lord Carnavon, encontró intacta la tumba del faraón niño.

Un faraón que en realidad no fue muy importante en su época, pues reinó poco y seguramente no reinó éldada su corta edad, sino que subió al trono después de la convulsión que supuso la revolución religiosa del farón hereje Akenatón -probable padre de Tutankamón– y su aplastamiento.

Precisamente la tumba a la que alude el título sería la de Akenatón, cuya memoria fue proscrita por los sacerdotes de Amón tan pronto como volvieron a estar al lado del poder, aún por encontrar. La novela nos cuenta precisamente la historia de esa proscripción, y la búsqueda de esa tumba por parte de Carter, que tras el hallazgo de la de Tutankamón quiso seguir excavando en el Valle de los Reyes.

Y por supuesto, la novela también habla de algo tan terriblemente fascinante como es la maldición de la tumba de Tutankamón y sus consecuencias.

Una curiosidad: Si en busca de información adicional se bucea por internet para saber el nombre de la mansión inglesa de la familia Carnavon, en la que se encuentra una pequeña muestra del tesoro de Tutankamón, los seguidores de una popular serie televisiva británica de corte histórico pueden encontrarse con una imagen que les es muy familiar…